31 de enero de 2009

A cielo descubierto

La felicidad siempre ha sido algo escurridizo para mí. Primero pensaba que era algo que algún día llegaría, luego que era algo que iba pasando, a lo mejor no cada día, pero sí a menudo, en cualquier lugar, sola o acompañada, vestida de fiesta o de domingo, esperándola llegar o por sorpresa.

La felicidad es también dolor a veces... Al menos a mí me ha pasado: estar feliz y triste a la vez, y tener un microsegundo para dar la orden al cerebro, la orden clave: ¿te quedas con la cara o con la cruz? Siempre suele ser mejor idea quedarse con la cara, aunque sea una cara que se parece mucho a una cruz.

Irónicamente a veces se toca techo a cielo descubierto.