16 de enero de 2009

La importancia del detalle

SIN DETALLES
Dijiste que vendrías. Te esperé. Llegaste tarde, pero llegaste con aquella camiseta negra y aquella sonrisa y olvidé que llegabas tarde. Y cuando rozamos las manos sin querer, supe que se había escapado algo y había llegado otra cosa. Y no me asusté.

CON DETALLES
Dijiste que vendrías, pero a mí me costó creerlo, como siempre me cuesta creer las cosas que quiero que pasen y parece que van a pasar, e incrédula creo a medias. Te esperé, creo que bebí más de dos copas: en la primera te odiaba porque no ibas a venir.; en la segunda te deseaba tanto "que no me importa tener que esperar toda la vida, pero eso sólo lo sabemos tú y yo", le confesaba a mi reflejo que me miraba con compasión. Llegaste tarde, pero llegaste con aquella camiseta negra (que llevabas también aquella noche en que creí entender que decías algo que no decías y que prefería no hablar para que no notaras lo insignificante que me sentía a tu lado) y aquella sonrisa que me empuja a la insensatez, y olvidé que llegabas tarde, que llegabas tarde aquí y que siempre llegarías tarde. El problema de no coger un tren a tiempo es que puede que para cuando salga el siguiente hayas cambiado de opinión y no lo quieras coger. Y cuando rozamos las manos sin querer en un gesto cortés por tu parte para ayudarme a recoger los cristales del vaso que torpemente se me escurrió, supe que se había escapado algo, que una parte de nosotros había llenado una maleta de palabras vanas, de marañas de recuerdos, de majaderías varias y había huido a un lugar conjugado en pretérito imperfecto, y había llegado otra cosa. Otra cosa sin documentos de identidad, sin educar, intacta. Y no me asusté.