29 de octubre de 2008

Golpear

¿Cuántas veces has golpeado al aire imaginando que hay un saco enorme de boxeo frente a ti? Y sudas y te cansas pero no es lo mismo. Siempre quisiste tener un saco de esos porque sabes que habrá más días que llegues a casa con ganas de golpear, que días que no tengas ganas. A veces te diste golpes contra la pared, pero eso no le gusta a los vecinos y nadie quiere disgustar a los vecinos.
Estás de pie, en tu salón, llevas demasiado tiempo pensando en eso, necesitas golpear a la vida y lo que te queda más cerca es el aire. Golpeas, golpeas, te sales de ti y te ves desde fuera como si ese saco que sólo tu ves te estuviera mirando, con tu cara de rabia, con tu mirada de rabia, con tu boca arqueada de rabia, con tus ganas de romper cosas.
Te cansas. Vas a la nevera y abres una botella de vino, un vino rosado que también bebía tu madre, te acuerdas de tu madre, ¿cuánto tuvo que soportar tu madre?, ¿te van a joder a ti más veces? Descorchas las botella con rabia al cuadrado, por las veces que la jodieron a ella y las veces que te jodieron a ti, y llenas la copa pensando en los golpes que aún te quedan por recibir.
No, esta vez tú golpearás más fuerte. Esta vez tú golpearás más fuerte.