La entrenadora se acercó al pingüino y le explicó
- Tu misión es dar las gracias al Sabio
- ¿Las gracias por qué?
- ¡Por qué no!, dirás
- ¿Y ese es mi único cometido?
- ¿Te parece poco?
- ¿Te enseñó él a entrenar pingüinos?
- Me enseñó que podía hacerlo
- ¿Cuándo le veré?
- Tan pronto como le encuentres
- ¿Cómo podré darle las gracias si no puedo hablar ni bailar ni guiñar un ojo?
- ¿Acaso no estás hablando conmigo?
- ¿Acaso él es como tú?
- Aprendes rápido. Aprendes rápido.