2 de marzo de 2022

Cóctel

 El pasado es un cóctel bien agitado de cosas que recuerdas y cosas que inventas.

31 de enero de 2022

Dos mil cinco

Dos mil cinco: bebistrajos diversivos y algún traspié. No pasaste de puntillas. No dejé pasar ni un tren. Dos mil cinco: pocas luces, sin embargo lucidez. No te fuiste de rositas. Cimentaste el dos mil seis.

Empecé el último año de carrera. Trabajé como pizzera. Fue el verano en el que me puse morena. Andreu se mudó a Antena3 con el neng. Fue el primer año sin Friends. Siempre estábamos en el messenger, no disponibles o ausentes, aunque de cuerpo presentes. En Halloween una fiesta no fue suficiente. Íbamos al videoclub a por pelis, en aquellos tiempos, ese era nuestro netflix. 

Vi los pisos del Windsor ardiendo. Años después, en myspace, sus sombras darían nombre a una canción que aún recuerdo. Perdí cientos de horas en buscar un lugar donde tocar el suelo, abracé la fe repelente —era pirata primero—. En Sunnydale Buffy daba coba a Spike. En el Kodak Drexler se llevaba la estatuilla y le daba la vuelta a una tortilla de huevos duros y estrechez de miras.

Dos mil cinco, dejaste imágenes movidas y de baja calidad de batidos en la Farnesina y de bocatas en el Rotterdam, de la nieve reposando sobre el césped del Luis Sitjar, de nosotros convertidos en dibujos de South Park.

Dos mil cinco: bebistrajos lenitivos y algún traspié. Tú no pasaste de puntillas. Yo no dejé pasar ni un tren. Dos mil cinco: pocas luces, sin embargo lucidez. No te fuiste de rositas, cimentaste el dos mil seis.


16 de enero de 2022

Misteriosos días

Hay misteriosos días en los que te sorprendes deseando actuar fuera de tus esquemas. Son esos días, y las poderosas fuerzas que los posibilitan, los que lo cambian todo.

17 de diciembre de 2021

El origen de las grandes calamidades

En el origen de las grandes calamidades hallamos la inconfundible firma del aburrimiento. Peligroso y eficaz como ningún otro estado del ánimo.

3 de junio de 2021

Página 12

André sabía que era moreno, de estatura media y ojos oscuros. Estudiaba periodismo porque anhelaba convertirse en un locutor reputado, vivir en un ático con vistas y encontrar a alguien especial a quien deleitar con su arroz con verduras.

André conocía algunos episodios de su infancia: la euforia por su primer sobresaliente; el tropezón en el patio del colegio que acarreó seis puntos e innumerables mofas; y el campamento de verano, plagado de bichos y personajes terciarios.

André se había llamado Flavio y, antes, Zacarías, y no descartaba que en cualquier momento volviera a llamarse Flavio o Zacarías, o que se le asignara un nuevo nombre.

También Gael, su compañero de piso, había sido rebautizado. De él sabía poco: era músico, adicto a los cereales y al licor café y nunca salía de su habitación antes de las once.

André llevaba varios meses bloqueado en el nudo de su historia. Quería pasar página, alcanzar el clímax y avanzar hasta el desenlace. Sin embargo, no estaba en sus manos… Así que aguardaba, en el segundo párrafo de la página 12, entre el margen izquierdo y un verbo transitivo, que el autor acabara de una vez por todas lo que había empez

1 de mayo de 2021

Tú, que conoces todos mis desastres

Eres la persona más importante de mi vida. Sí, tú. Aunque a veces no te soporte. Aunque a veces no comprenda tus decisiones o no te reconozca en tus actos. Aunque a veces no sea capaz de mirarte a los ojos y estemos días sin cruzar palabra. Aunque conspires a mis espaldas. Aunque me hayas subestimado y endiosado a partes iguales. Aunque a veces vea en ti algo que yo he perdido. Y eso me devaste. Pese a todo, eres la persona más importante de mi vida.

Tú, que conoces todos mis desastres, que me has visto anegarme en todo tipo de pozos, tontear con la desesperación y tragarme desengaños sin licor que los ablandase. Tú, que conoces mis fuertes y mis flaquezas, y el lugar donde moran mis deleites. Tú, que has tramado conmigo los más ambiciosos planes y has asistido a la disección minuciosa, tú dirías «obsesiva», de cada fracaso y de cada tibio aprobado. Tú, que has celebrado mis escasas victorias a sabiendas del sacrificio que hubo detrás de cada una de ellas.

Tú, que ordenas y desordenas los muebles de mi sesera; que arrinconas y elevas mis ideas. Lo hiciste ayer mismo, cuando discutimos sobre este post. Yo quería desvelar al final que me lo remitía a mí misma. «Al lector le parecerá muy original», dijiste con ironía, y sugeriste insinuarlo en el tercer párrafo, fuera o no cierto, apostando por romper la cuarta pared. Eres más audaz que yo. De eso no hay duda.

Tú, que conoces todos mis temores, que sabes que sigo mirando bajo la cama antes de acostarme y que me atormenta que el techo se derrumbe los días de viento. Tú, que conoces todas mis verdades, que percibes que me importa aunque diga «no me importa», que percibes que estoy mal aunque diga «estoy bien».

Ha habido otros. También hubo épocas en que fuimos solamente tú y yo. «Hagamos un breve repaso al historial», propondrías. «No hace falta», respondería. ¡Cuánto de mí malgasté buscando mi media naranja! Desalentada, recuerdo haber tanteado algunas drupas y pomáceas... Ahora, por fin, comprendo que siempre te he tenido enfrente, agridulce y energética, al otro lado del espejo.

P. D.: Sobre lo que hablamos ayer: voy a hacerte caso.

16 de abril de 2021

De renuncias

 Dejé de hablar de mis problemas a la gente porque les buscaban soluciones. Y yo tenía las mías. Sólo quería contarlos.

13 de febrero de 2021

Toda la escala de colores

Nuestros cuadros clínicos no eran alentadores... Entre tus cenicientos pulmones no había más que un instrumento de percusión que acompañaba, cada viernes a las once, a tu Les Paul de imitación.

Dichosos mis ojos cuando te vieron. Mis pupilas se dilataron. Mis pupilas me delataron. Y a los trastornos visuales se sumaron la sonrisa boba y el temblor generalizado.

Nuestros cuadros clínicos no eran alentadores y, sin embargo, nos pusimos manos a la obra; fabricamos nuestra historia: de la mirada al beso y del beso al adiós. Y, entremedias, toda la escala de colores de la euforia a la desesperación.


(Con este microrrelato participé en un concurso del blog de las bibliotecas municipales de Leganés, que proponía la inclusión de las palabras: cuadros, instrumento, imitación, ojos, manos y beso.)