Cuando era pequeña, los que querían ser mis amigos me llamaban especial; los que no, me llamaban rara. A mí nunca me ofendió que me llamaran rara.
No ser guapa y no ser fea, no ser lista y no ser tonta, creo que es lo mejor que me pudo pasar. Ser muy guapa, muy fea, extremadamente tonta o extremadamente lista, acarrea enormes responsabilidades. Y siempre me ha gustado andar ligera.
Cuando era pequeña, los que querían ser mis amigos me llamaban especial; los que no, me llamaban rara. Hoy lo siguen haciendo. Además, los que no lo tienen claro, me dicen diferente. A mí, francamente, me da igual.