No lo sabían, pero tenían en la cabeza una antena. Él y ella. Sólo
ellos. Cada uno, en su vida. Y ahí seguían las antenas. Inactivas. Que
no veían. Que no sabían ni que tenían.
Se encontraron. Encajaron. Se activaron. Notaron que tenían algo en
común. Algo potente, único, algo fundamental. Pero no sabían qué sería.
No lo sabían, pero eran antenas y su zona Fresnel era infinita. Porque qué más
da el tiempo, la distancia, el silencio, cuando existe esta conexión
wifi.
Se hablaban sin escucharse, se sentían sin tocarse, predecían sus discursos
y sus acciones. Era más que simple telepatía. Pero aún no sabían qué sería.
No lo sabían, pero pronto la intensidad de su red inalámbrica sería excelente. Su conexión tendría cinco rayitas. Pronto lo entenderían.